dijous, 28 de maig del 2009

El comienzo de la imaginación

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Un día estaba sentado en su cama pensando en lo que podía hacer para no aburrirse como cada día. Se vistió y se fue a almorzar. Le vino una idea en la cabeza y salió de su casa rápidamente.
Entró en casa de su hermano y le preguntó si quería ir a pescar con él, en el río que había a un kilómetro de allí. Su primo aceptó la invitación, y se fueron a buscar las cañas en casa de Don Quijote.
Estuvieron caminando unos veinte minutos, ya que iban hablando de sus cosas. Una vez allí cogieron las cañas y las lanzaron a la agua. Se sentaron en el suelo y se pusieron a hablar. Mientras estaban hablando, una caña se movió un poco, era la de Don Quijote. Éste se levantó de golpe y empezó a recoger el hilo de la caña, y cuando ya casi podía ver lo que había pescado, notó otro empujón en el hilo y por la fuerza que hizo el pez, Don Quijote se cayó dentro el agua. Mientras tanto, su primo se reía descaradamente de él, y al ver que Don Quijote no salía a la superficie se empezó a preocupar, fue hasta la orilla y miró hacia dentro el agua. Éste estaba pensando en saltar a rescatar a Don Quijote, pero en aquel momento Don Quijote salió rápidamente del agua y se fue corriendo unos metros. Su primo se fue detrás suyo para ver que le estaba pasando. Don Quijote le explico que dentro del agua había visto un pez muy grande, un pez que nunca había visto, y le empezó a perseguir por todo el río, hasta que Don Quijote lo pudo despistar totalmente y pudo salir del agua.
El primo de Don Quijote lo tranquilizó un poco, después recogieron las cañas que quedaban y se fueron para casa de Don Quijote a comer y a cuidar su resfriado.

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